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LEYENDA DEL ORO PERDIDO EN LA MONTAÑA

Ruinas de las Minas Jesuitas de Paramillos



El oro del Rey


Adaptación: Enrique Guerrero


No es ningún secreto, que durante el periodo colonial español, entre los s. XVII y XVIII, el oro y la plata extraídos en las minas de Uspallata, eran trasladados a la Casa de la Moneda en Santiago de Chile, para el acuño de doblones.


Nave "Victoria" de la flota de Magallanes-El Cano

Tarea tras la cual, volvían al Virreinato del Río de la Plata, a través de la Cordillera de Los Andes


La elección de tal ruta, ofrecía un recorrido más corto y seguro, que el proporcionado por un viaje en barco, a través del Estrecho de Magallanes


Una vez en Buenos Aires, partían para España, por la Ruta Marítima del Atlántico.



1793

Nace la historia...


La última semana de  1793, una importante remesa de doblones de oro, recientemente acuñados en la Casa de la Moneda (Chile), partieron con destino a la ciudad de Mendoza.


Como eran propiedad de Carlos IV, rey de España, debían atravesar una larga y rigurosa serie de controles, debido a la importancia del envío y al largo viaje que tenían por delante.


El desafío más grande, residía en el cruce de la Cordillera de Los Andes a lomo de mula, ya que después, les esperaba un largo y tedioso viaje a Buenos Aires, en pesados carros tirados por bueyes.


"Apunte para cuadro de composición"
Fidel Roig Matóns

Las monedas fueron pesadas, contadas y asentadas en un acta, y posteriormente almacenadas en fuertes zurrones[1] de cuero, tarea tras la cual, se los encadenó y lacró con el sello real, para garantizar su inviolabilidad.


Una vez finalizados los controles, los valores fueron entregados al capataz de los arrieros, para que se hiciera cargo de la seguridad y el traslado. 


La gente balanceó, distribuyó y aseguró el precioso cargamento sobre el lomo de los animales, colocando al frente de la recua[2], la "yegua madrina", con un ruidoso cencerro colgado al pescuezo, cuyo sonido  mantendría unidos a los mulares, durante la travesía.


La arria[3] estaba compuesta por cinco mulas "silleras", veintiocho de carga  perfectamente "entabladas", es decir, acostumbradas a andar juntas y la "madrina"


Dos arrieros abrían camino, dos cerraban la columna para evitar que se perdiera o retrasara algún animal y uno, iba y venía recorriendo la larga fila, verificando que la carga estuviera ordenada y no se hubiera aflojado ningún bulto, oficiando las veces de marucho[4], cuando hacían real[5].


Durante el viaje por la banda chilena, los acompañó el buen tiempo, situación que les permitió hacer altos en el camino, controlar la carga y descansar regularmente.


Las penurias comenzarían, al cruzar el portillo del cerro Santa Elena, que marcaba el ingreso al territorio mendocino. Un gran temporal de nieve se abalanzó sobre ellos, apenas ingresaron al Paso de Uspallata,  poniendo en serio riesgo sus vidas y el cargamento. 


Cuando creían que todo estaba perdido, al bajar una cuesta divisaron sobre un alto, el perfil de la Casucha del Rey, Paramillos de Las Cuevas.


Casucha del Rey, 
 Paramillo de las Cuevas

El refugio aún contaba con leña y provisiones, de las dejadas para el correo, el otoño pasado.


Como la tormenta no amainaba y el charqui[6] daba vueltas en el caldo sin ablandarse, unos chifles[7] de aguardiente,  fueron la excusa perfecta para pasar el rato junto al calor de las brasas.

La nevada continuó durante toda la noche y parte del día siguiente. El charquicán[8] que había sobrado de la cena, el licor y el amparo que les ofrecía el refugio del frío, los mantuvo entretenidos hasta que se despejó.

Atardecía y con los últimos rayos de sol, se apresuraron a cargar los bultos sobre la arria de mulas, para recuperar parte del tiempo perdido y partieron al anochecer, iluminados por la pálida luna menguante.

Desobedeciendo lo ordenado por el capataz, los rezagados, amparados por la oscuridad, se empinaban cada tanto un trago de aguardiente, tentación que se repitió durante toda la madrugada.

Con las primeras luces del alba, perplejos descubrieron la falta de algunos bultos, que debieron caerse durante la marcha nocturna, lo que originó serias discusiones entre el capataz y los arrieros, para determinar las responsabilidades por lo acontecido. 

Como regresar en su búsqueda ya no sería posible, por la inestabilidad del tiempo, continuaron lo que restó del camino, entre avivadas discusiones.





1794

Tras llegar a la ciudad de Mendoza, los primeros días de enero, se dirigieron a la Aduana, donde luego de relatar lo sucedido, fueron sumariados y encarcelados en el Cabildo, hasta tanto tomara cartas en el asunto, el Virreinato del Río de la Plata.

"Antigua Plaza Matríz de Mendoza"
Archivo General de la Provincia de Mendoza

Cuando la noticia llegó a oídos del virrey, Nicolás de Arredondo, le ordenó a Manuel Belgrano, primer secretario del Real Consulado de Comercio de Buenos Aires (1794), que comisionara con urgencia a un hombre, para que investigue y encuentre el oro perdido en la montaña.

"Mendoza"
dibujo de Johann Moritz Rugendas (XIX)
 
Después de un tiempo, la persona comisionada por Belgrano, llegó a Mendoza e interrogó en varias ocasiones a los arrieros y de las declaraciones de estos, determinó que si la carga realmente se había  perdido, debió ser en algún punto comprendido entre Punta de Vacas y Las polvaredas.

Realizó varias incursiones por la zona, sin encontrar rastro alguno de las monedas, por lo que pasado un par de meses y ante la infructuosa búsqueda, dio por finalizada la investigación, elaboró un informe y volvió a Buenos Aires.





La leyenda del oro perdido



Pasaron los años y una tarde, mientras una copiosa nevada se abatía sobre la localidad de Uspallata, un abuelo que buscaba entretener a sus nietos, recordó la historia del oro perdido en la montaña

Los reunió frente al calor del hogar y se las relató, tal como su padre lo había hecho con él. Uno de los pequeños se incorporó y se dirigió a la ventana, donde permaneció callado por un largo rato, embelesado con los copos de nieve que caían sin cesar.

Las llamas cambiaban de coloración iluminando tímidamente la sala y los silencios, eran solamente superados, por el crepitar de los leños que ardían...

Con el tiempo, ese niño creció y se convirtió en un hombre. 

Un día sin saber cómo, se encontró recorriendo la vera norte del río Mendoza, en la zona de Peñón Rajado, un paraje que media entre Punta de Vacas y Polvaredas. En sus ojos aún brillaban las chispas del fuego, encendido aquella tarde invernal y en sus oídos, la voz trémula del abuelo, narraba como un arrullo remoto la historia una y otra vez.

Iba y venía, mirando aquí y allá. Hasta que en una de las tantas pasadas, descubrió que entre los pasos dejados el día anterior, sobresalía un objeto oscuro, de forma circular, que se diferenciaba claramente del entorno. Con cierta vacilación, se reclinó y lo tomó en su mano, para observarlo con mayor detenimiento. 

Doblón español
De pronto, empujado por un extraño impulso, comenzó a refregarlo con insistencia contra una roca áspera, hasta quedar inmóvil, como si estuviera extenuado. La sorpresa lo había paralizado.

El sol se reflejaba en el metal, arrancando haces de luces doradas, que hasta pocos momentos antes, descansaban en la solitaria arena andina.

Con desesperación se dejó caer sobre el suelo y comenzó  hurgar la arena con los dedos, hasta que aparecieron muchas monedas más.

Estaba claro que había dado con el tesoro perdido o al menos, con una parte de él.

Esa noche no pudo dormir. La codicia se escurría entre el cansancio y los pensamientos, despertando una fascinante seducción, que convertía a las monedas halladas en insuficientes, por lo que ideó la forma de establecerse provisoriamente en el lugar, para continuar la búsqueda.

Un socavón en la barranca del río, ofició de vivac para la aventura que estaba dispuesto a emprender. Pasaron los días y encontró unas pocas monedas más, hasta que una mañana despertó enfermo. Como no podía cargar el oro, lo enterró junto a una gran roca y emprendió el regreso a Uspallata, para que lo atendiera el médico. 

La mala alimentación y las noches frías, habían afectado seriamente su salud.

Estuvo internado una semana, hasta que finalmente murió. A uno de los enfermeros le confidenció el hallazgo, pero nunca le mencionó el lugar, donde había enterrado el tesoro.

Y a partir de entonces, la historia de las monedas de oro fue rodando de boca en boca, hasta que con los años, se convirtió en leyenda.



En ocasiones me pregunto si las monedas, aún permanecerán enterradas o perdidas. 


Por momentos me asaltan muchas conjeturas, tal vez, porque pequeñas chispas de incredulidad, se empeñan en negar que haya sido posible tal pérdida y por consiguiente el hallazgo.


Pero, ¿y si fue así y aquel niño que observaba la nevada, realmente las encontró y las volvió a enterrar y aún aguardan al elegido, que las saque al sol del siglo XXI...


Con esta sorprendente posibilidad, me despido con un abrazo fraterno y el deseo de que la vida, nos brinde buenos senderos para andar.





 

[1] zurrón (RAE): bolsa grande de cuero que usan los pastores, cualquier bolsa de cuero para carga.

[2] recua (RAE): conjunto de animales de carga, que sirve para trajinar, (coloq.) multitud de cosas que van o siguen unas detrás de otras.

[3] arria: conjunto de mulas de carga

[4] marucho: era el encargado de  cuidar los bueyes o mulas, cuando se hacía un alto en la marcha, para comer y dormir o para refugiarse de las tormentas.

[5] real o "rial" (español coloquial): paraje elegido para hacer un alto o estadía pasajera, durante la marcha. 

[6] charqui: (quechua: ch'arki): carne secada al sol con sal.

[7] chifle: recipiente para llevar agua, hecho con asta, por lo general de buey.  por su gran tamaño, lo que permite disponer de una gran capacidad. Convenientemente vaciado de impurezas, limpio y seco, se tapona sólidamente con madera (a veces forrada con plata) la base del cuerno, es decir la parte más gruesa y con un pequeño tapón o espita la extremidad más fina, luego de perforarla para que sirva de pico.
[8] charquicán: con posibles raíces quechuas "ch'arki: carne salada y secada a sol, y kanka: asado". Guiso con charqui, ají, cebolla y verduras de época.






LA MULA

mula-GAM-8
Hermoso ejemplar de mula con carga de artillería, 
perteneciente Grupo de Artillería de Montaña 8, del Ejército Argentino

LA MULA

    Por Enrique Guerrero

Aunque es más arisca, lenta, rústica y tozuda que el caballo, por su docilidad, fuerza, resistencia, menor propensión a las enfermedades y a los requerimientos alimenticios, fue empleada rápidamente en el trabajo pesado.


Incursionó con éxito en una gran variedad de actividades, tales como cabalgadura (sillera), transporte de carga, minería, arado de la tierra (de tiro) y por su fácil adaptación a los trabajos repetitivos y rutinarios, para jalar malacates, mover norias y molinos, etc.


Sobre su incursión en Mendoza, hablan los relatos de muchos viajeros, que dependían cotidianamente de su fuerza y nobleza, para aventurarse en el desafiante cruce de la Cordillera de Los Andes.


..."Da paso a la cordillera por varias partes; pero el más frecuentado es el que llaman de Santa Rosa, por donde el camino que llaman de la ciudad de Santiago a la de Mendoza es de esta suerte"...


... "El camino va siempre subiendo por sendero tan angosto que no cabe sino una caballería con su jinete, o una mula con su carga: acrecentándose el peligro de la elevación y angostura con el tajo, en partes del todo perpendicular, y en partes poco menos del borde de la senda que mira al río, en el cual ha de caer inevitablemente el que discrepare para perecer sin remedio; y así este camino no es capaz de trajinarse sino en mulas bien herradas: los caballos porque no clavan tan bien la uña, no son de provecho para estos malos pasos"...


Jesuita MIGUEL DE OLIVARES (1672-1713)


Este sencillo relato del siglo XVIII, redactado por el presbítero Olivares, deja traslucir la predilección existente por la mula, cuando se debía transitar los caminos de cornisa.


"Conducción del Gral San Martín por los  60 granaderos,
 hacia los baños de Cauquenes" (Fidel Roig Matóns) 
Por lo que no es de extrañar, que el Gral. San Martín las incorporara en el Ejército de los Andes, como cabalgadura o transporte de carga en montaña, dejando el caballo, para combatir en el llano.

 

Su origen se remonta a los albores de la civilización.

"Cuando la mula recula, señal que quiere cocear" (Martín Fierro)



La mula es un híbrido, que resulta de la cruza de un asno (equus asinus) y un caballo (equus caballus). Las crías nacidas a partir de esta cruza (burro y yegua), pueden ser indistintamente macho o hembra, pero por el número impar de sus cromosomas (63), heredados de sus padres (62 del burro y 64 del caballo), son prácticamente infértiles.

 

En el siguiente párrafo, extraído de los viajes de Caldcleugh a principios del siglo XIX, se pueden apreciar las duras condiciones de trabajo, a las que se las sometía durante el cruce de Los Andes.


Estando en la Casucha del Rey (Juncal, Chile):


 ..."Encendimos el carbón dentro de la casucha y nos acomodamos alrededor del fuego. Apenas hecho esto llegó un hombre de Mendoza con unas cuantas mulas. Había entrado imprudentemente en la cordillera con animales durante este período del año y una tormenta de nieve le tuvo encerrado por cinco días cerca de la cumbre. Durante la noche las tres mulas hambrientas comieron algunas de las estacas de que nos servíamos para caminar, dejándolas tan cortas que resultaron inservibles. Eran estacas de madera verde pero muy dura. Los pobres animales no comían desde cinco días atrás. Esta casucha se encontraba a 10.501 pies ingleses sobre el nivel del mar según las medidas barométricas"...

 

"Travels in South America during the years 1819-20-21", de Alexander Caldcleugh.


Como se aprecia, en comparación con el caballo, posee una gran resistencia a la falta de agua y alimentación, pudiendo adaptar su dieta, al consumo de paja brava o madera, de ser necesario.

 

Sus pezuñas son más pequeñas y duras que las del caballo, lo que sumado al instinto natural para detectar el peligro en los senderos de cornisa, la hacen ideal para transitar este tipo de caminos.

“Terco como una mula” (anónimo)



Cura-Brochero
San José Gabriel Brochero (1840-1912),
en su mula "Malacara"

Durante el periodo feudal europeo, se restringió el uso del caballo a las cuestiones militares, por lo que se prohibía el empleo de las yeguas en la reproducción de mulares y por lo tanto, el empleo de la mula en tareas rurales.

 

Es durante el siglo XVI (1505), que se autoriza en España, a los clérigos y mujeres como excepción, a que las cabalguen.

 

Quizás sea por ese motivo, que en muchos relatos históricos, aparece asociada a la figura de un cura misionero.



En nuestro país, resulta icónica la imagen del "cura Brochero" y su mula "Malacara", con la que recorrió los extensos valles y sierras del Curato de San Alberto, hoy Valle Traslasierra, en la provincia de Córdoba, desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX.

“Cuando la mula está cargada de oros, todos los palacios se abren” (anónimo)



La  mula y evino

 "Mulas cargueras"
 Emeric Essex Vidal - (aguatinta estampada en colores - 1817)

Emerix E. Vidal, pintó una colección de paisajes y costumbres, que refleja en su libro, "Pintorescas ilustraciones de Buenos Aires y Montevideo" (1820). Respecto a su aguatinta titulada "Convoy de Mulas con vino" que provienen de Mendoza, dice entre otras cosas:


"Mendoza es la capital de la provincia de Cuyo, o Chiquito(sic), situada al pie de las Cordilleras, cerca del paso principal que conduce a Chile por las montañas. Desde este lugar grandes convoyes de doscientos a trescientas mulas bajan a Buenos Aires, a doscientas leguas de distancia, trayendo vino, algunos de los cuales no son diferentes al dulce de Málaga, pero, como podría esperarse por la cantidad transportada, muy apreciado"... ... "Cada mula lleva dos barriles de diez galones (40 litros c/u), colgando sobre un gran paquete de paja (totora). Los barriles están atados con aros de madera, y asegurados con cuero"...


 ... "Las mulas viajan en grupos de dos, tres y cuatro, con la nariz atada a la cola de un líder, que lleva una campana. A estos grandes convoyes rara vez lo asisten más de tres o cuatro hombres"...


..."Es una práctica común atar las cabezas de tales mulas como si fueran tímidas con un viejo poncho, en especial, cuando son llevadas a la ciudad para descargarlas"....

Emerix Essex Vidal.


En las pocas líneas, extraídas del relato de Vidal, se pueden apreciar algunas de las particularidades de estas arrias.


La tropa estaba integrada por un importante número de animales (200 o 300), que transportaban dos barriles con casi 40 litros de vino cada uno, carga que entre barril, vino y guarniciones de cuero, superaban los 100 kg.


Que a las más ariscas o salvajes, conocidas como "chúcaras", se le cubría la cabeza con un poncho o un trapo, para que no se espanten con el ajetreo de la ciudad, costumbre que aún hoy, es llevada a la práctica por algunos arrieros, cuando las conducen al Parque Provincial Aconcagua.


Al ser conducidas por unos pocos arrieros, para evitar que se dispersaran, formaban recuas (pequeños grupos), que marchaban unidas unas a otras por la cola, siguiendo el sonido del cencerro de la mula madrina, que era tirada del cabestro y marcaba el ritmo.

"Bueno, bueno le dijo la mula al freno; mientras más grande, más bueno" (anónimo)


Sobre la importancia de la "madrina" en la tropa, dirá Charles Darwin, tras ingresar a nuestro territorio por el Paso Portillo de Piuquenes (Tunuyán), el 18 de marzo de 1835:


18 de marzo de 1835: ... "Mis compañeros eran Mariano González, que en otro tiempo me había servido de guía en Chile y un arriero con sus diez mulas y una "madrina". La madrina es un personaje importantísimo. Con ese nombre se designa una yegua vieja de genio reposado, que lleva colgada al cuello una campanilla a la que siguen con filial adhesión las mulas todas adondequiera que se encamine. La afección de estos animales por sus madrinas evita una infinidad de contratiempos. Cuando se dejan sueltas en terrenos de pastos grandes partidas de ganado mular durante la noche, los muleteros, a la mañana siguiente, no tienen más que llevar las madrinas, poniéndolas algo separadas, y hacer sonar sus campanillas, y aunque haya 200 o 300 mulas, cada una reconoce inmediatamente la campanilla de su madrina y viene a buscarla"...


"Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo", de Charles Darwin.


“Lo quiere como mula a la carreta” (anónimo)



Plaza de Mulas


Campamento Base Del Co. Aconcagua


Plaza de Mulas, Campamento Base del cerro Aconcagua.
Latitud: 32°38'57.05"S
Longitud: 70° 3'27.59"W
Altitud: 4.360 msnm

Saliendo de Horcones y siguiendo la Ruta Normal de Ascenso al Cerro Aconcagua, encontramos una ciudad encantada de lonas multicolores, en la que convergen los idiomas del mundo.


Año tras año, aparece y desaparece en determinadas épocas, alterando sus formas, colores y trazado, pero como cosa curiosa, siempre se instala en el mismo lugar.


Hace las veces de centro de aclimatación y cuenta con Servicios Médicos, Guardaparques, Patrulla Policial de Rescate y Auxilio de Montaña, agua, operadores logísticos, alojamiento y algunas más.


Se accede a ella por un sendero muy marcado, por el tránsito de deportistas y mulares. Este campamento base, situado a 36 km de Puente del Inca y a 4.360 msnm, le rinde con su nombre, homenaje a una visitante asidua, que con sus "tranquitos" cortos y oportuna terquedad, traslada hasta allí la logística necesaria, para que los andinistas alcancen la tan ansiada cumbre: El Campamento Base Plaza de Mulas.


Descendiendo de Plaza de Mulas, a 100 m sobre el Río Horcones:


..."Una de las bolsas se había desatado y colgaba casi hasta el suelo tocando así la pata del animal a cada paso. Esto lo asustó y lo hizo saltar y correr por la angosta senda. Naturalmente, la carga se aflojaba cada vez más, lo que a la mula molestaba en forma creciente. En una de ésas la mula se enredó en la cuerda de la carga, perdió el equilibrio y cayó. Al caer, una de las bolsas la tiró hacia abajo, y el pobre animal se puso a rodar cuesta abajo, dando diez o doce vueltas alrededor de su eje entre las piedras, deshaciéndose de su carga poco a poco. Toda la caravana se paró estupefacta. Estábamos seguros de que ni un solo hueso iba a quedar entero en el cuerpo del animal. Es imaginable entonces nuestra sorpresa cuando lo vimos, al llegar al fondo del valle, levantarse sano y salvo y echar a correr por la costa del río"... 


"Tempestad sobre el Aconcagua", de Tibor Sekelj.


“Una vez sobre la mula, no le pierdas las orejas” (anónimo)




Las Mulas del Aconcagua


Muchas de las malas condiciones de vida, a las que fueron sometidos estos animales en el pasado, se han corregido. En la actualidad su uso dentro del Parque Provincial Aconcagua, está controlado, regulado y certificado por una autoridad sanitaria de la Fundación Cullunche y la WSPA (Sociedad Mundial de Protección Animal), bajo la supervisión directa de la Dirección de Recursos Naturales Renovables.


El Programa Control de Bienestar Animal de Mulas Cargueras del Parque Aconcagua, cuenta con un manual de procedimientos para la admisión e ingreso de un mular, que se divide en pasos, con varios ítems cada uno y es único en el mundo.


Comienza con la identificación del animal con un microchip y le suceden, la Libreta Sanitaria Equina, Fotocopia de la Libreta Sanitaria, Inspección General de cada animal, Ingreso al Parque, Controles Periódicos, Correajes y Albardas, Infracciones y Certificaciones otorgadas por la Fundación Cullunche y la WSPA (Sociedad Mundial de Protección Animal).


En el caso de producirse infracciones durante los controles de ingreso al parque y/o en las inspecciones periódicas, se labran las actas de constatación correspondientes, derivándose al ente de aplicación, la Dirección de Recursos Naturales Renovables, quien aplica las penalizaciones que puedan corresponderles a las faltas cometidas. 




 SAN MARTÍN 


 RETORNA  A LA PATRIA


Monumento RETORNO A LA PATRIA, El Manzano Histórico, Tunuyán

El monumento "Retorno a la Patria", muestra al general José de San Martín montando una mula y vestido de baqueano, y es para mí esa imagen , la que sintetiza el momento final de la gesta patriótica, donde el gran capitán marcha junto a la compañera de batallas, que con su fuerza y nobleza, las hizo posibles en gran parte.

“Si no puedo reunir las mulas que necesito, me voy a pie”

(Del Gral. José de San Martín a Tomás Guido, el 15 de diciembre 1816)




Sección "HARAS GENERAL LAS HERAS"

Centro de Cría, Recría y Amansamiento de Mulas

- Ejército Argentino -


Fue creada el 15 de febrero de 1930, constituyéndose en el centro más importante para la cría de mulares, con los que el Ejército Argentino, abastece a sus brigadas de montaña.


Forma parte del Establecimiento Campo Los Andes, que se encuentra en San Carlos y Tunuyán, provincia de Mendoza.



Es innegable, la notable influencia que tuvo la mula en nuestro agro, economía y cuestiones militares.


En la actualidad muchos ejércitos del mundo, incluyendo el nuestro, la destinan a las tropas de montaña y además en nuestra provincia, a actividades recreativas y deportivas tales como el Cruce de los Andes por el Paso Piuquenes, cabalgata al Valle de las lágrimas (avión de los uruguayos), logística al cerro Aconcagua, etc.


Y en algunas fincas y campos que no poseen tractor, para el tiro del arado.



“Le metieron la mula” (anónimo)



“METER LA MULA" (hacer trampa)

 

Viene de los tiempos, en que se transportaba la uva en carros. Para obtener el peso de la carga, se pesaba primero en la báscula de la bodega, el carro cargado y después vacío, de la diferencia de los dos pesajes, se obtenía el peso neto.


Pero algunos “mañosos”, en el primer pesaje, solían dejar que la mula que tiraba el carro, pisara un poco la balanza para agregar algunos kilos o mejor dicho, “le metían la mula”.

“A mula vieja, alíviale la reja” (anónimo)



Recuerdo haber escuchado en una charla de fogón, en el Valle de Las Leñas, a un puestero que comentaba sonriente:


- "las mulas cuando se desbarrancan, se hacen un "ovillito" y van rodando cuesta abajo y salen "sanitas", casi siempre"...

 

Con esta última anécdota, me despido con un gran abrazo y el deseo de que pronto, podamos retornar a las senditas de montaña.








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