El cacique, viendo la
superioridad enemiga y la indefensión de su gente, les pidió a sus hombres, que
con un último esfuerzo ocultaran el oro de los malhechores.
La batalla fue breve.
Cuando cayó el último de los hombres de Cacheuta,
los araucanos dando gritos y alaridos de victoria, se entregaron a la búsqueda
del metal, tarea que no les demandó mucho tiempo, por cuanto la tierra donde
estaba enterrado, había sido removida recientemente.
Cuán grande sería su
sorpresa, cuando luego de practicar un gran hoyo en el suelo, comenzaron a
brotar poderosos chorros de agua caliente, que les cayeron encima, hasta
exterminarlos.
Hay quienes dicen, que fue la
justicia de Cacheuta, por las vidas cobradas ese día; otros, que fue Pachamama,
indignada porque el oro estaba destinado al rescate, de uno de los hijos del sol: Atahualpa.
Lo cierto fue, que con el
transcurrir de los años, el paraje heredó el nombre del valeroso cacique y hoy
como testimonio de aquellas duras jornadas, las aguas termales continúan fluyendo,
pero esta vez, con poderes sanadores.
Como siempre, cuando
ocurren hechos tan singulares como este, nacen otras historias, mitos y
leyendas.
Hay quienes comentan, que
cuando Cacheuta se encaminaba hacia el Qhapaq Ñam, un chasqui que corría por
una de las veredas, le informó que los españoles le habían dado fin a
Atahualpa, por lo que dispuso que los cueros con la pesada carga fueran
abandonados en el lugar, para emprender el regreso a sus tierras.
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Cueva en de la Quebrada de Cacheuta 2019 |
Y así nació el mito, sobre
el posible destino del oro...
Hubo quien aseguraba, que
fue enterrado cerca de unas vertientes de agua caliente, en la otra vera del
río, frente a dos grandes rocas llamadas "Las Petacas"[3] y otros,
que quedó abandonado en una cueva escondida de los alrededores.
No falta el que señala que
años después, con la llegada de las encomiendas españolas, un huarpe le contó
la historia a un cura encomendero y este, comenzó la búsqueda entre las
"Aguas del Corral" y los "Baños de la Punta del Río"
(denominaciones españolas de la zona), hasta que finalmente halló el tesoro y
nunca más se supo de él.
Con el deseo que hayan
disfrutado de la leyenda, me despido con un fuerte abrazo, esperanzado en que
la vida, siempre nos brinde, buenos senderos para andar.