SE HACE CAMINO AL ANDAR...
Cuántas
veces mientras voy andando, pienso en la estrecha analogía que existe entre los
senderos de montaña y los senderos de la vida.
Ambos
me sumergen en la fabulosa epopeya de lo inesperado, de la aventura del
asombro.
Recorriendo
geografías, ahora cuyanas, mis caminos interiores resucitan en una simbiosis renovada
con la naturaleza.
Gradualmente
experimento la manifestación espontánea de ecosistemas, que con manos alfareras e
infinita paciencia, modelan la arcilla esperanzada de mi alma.
Y
me sumerjo en el extraordinario suceso de vibrar al unísono, con el corazón
bondadoso del planeta. Los bastones y la mochila dejan de ser una molestia,
para ser cómplices necesarios del momento.
Y
la vida me maravilla mientras se hace y deshace en colores, aromas, sonidos y
sabores, que asisten al renacer de los sentidos que se durmieron allá lejos, en
la contaminación urbana de Mendoza o Huantata (Valle de los guanacos), como le decían los huarpes.
Sin
resistencia alguna, más que la impuesta por los años, abandono mis pasos al encanto de andar sobre el milagro
vegetal y mineral que alfombra el camino, por el solo placer de sentirme vivo...
Y
sonrío, cuando descubro que recorrer un sendero en la tierra o en la vida,
simplemente es: ¡Poesía!.
Mendoza
19 de julio de 2015.