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FUERTE REAL SAN CARLOS

Maqueta del "Fortín Real San Carlos".
Latitud:  33°46'17.40"S
Longitud:  69° 2'30.04"W

Por: Enrique Guerrero.

El "Fortín" San Carlos


A principios de 1770, el pueblo de Mendoza reunido en Cabildo Abierto, decide fortificar el sur mendocino, con el fin de detener los continuos embates de malones pehuenches[1] y huilliches[2], a las estancias coloniales del Valle de Uco.

De tal decisión el 05 de febrero de 1770, nace el Fuerte Real San Carlos, bautizado así, en honor al soberano español Carlos III, localizado en la zona conocida como "La isla", entre los arroyos Yaucha[3] y Aguanda[4], a 100 km de la ciudad de Mendoza.

Estaba protegido por murallas de tapial que formaban un cuadrado de 42 varas (35,11 m) de longitud por cada lado, y 4 varas (3,34 m) de alto. En cada ángulo había un baluarte con sus garitas. El foso tenía una extensión de 57 varas (47,65 m) de largo por 4 ¼ varas (3,76 m) de ancho. Dentro de los muros, había seis cuarteles por el lado norte y cinco por el lado sur, todos ellos con techo de media agua y puerta de cuero. En el costado oriental del fuerte estaba la habitación del Comandante y una bóveda que sirve de Sala de Armas con puerta de cuero y candado con su corredor que sirve a la dicha pieza y bóveda.

 

Francisco Esquivel Aldao, “Descripción del Fuerte San Carlos, 10 de mayo de 1789”; Síntesis histórica del Departamento Mendocino de San Carlos de Dionisio Chaca.


El 3 de octubre de 1772, respondiendo a lo solicitado por un grupo de ganaderos que deseaba establecerse en cercanías al fortín, arriba una comitiva integrada por el Gobernador y Corregidor de Cuyo (1771-1773), Juan Manuel Ruiz, un maestre de campo de las milicias, un sacerdote, un escribano y tres cabildantes.

Para tal efecto, se firma el acta en la que acuerdan fundar la Villa de San Carlos, anunciándolo en un poste en medio de lo que hoy es la plaza departamental, convirtiéndose en el segundo asiento poblacional, después de la ciudad de Mendoza.


Capitanes de Amigos, en la Frontera Mendocina


En abril de 1786, el Gobernador del Reino Chile, Ambrosio de Benavidez Medina Liñan, le dirige un oficio al Comandante de Frontera de Mendoza, José Francisco de Amigorena, en el que le enumera los requisitos que deben reunir los militares que se designen como "Capitanes de Amigos", entre las que figuraban: sean honrados, peritos en el idioma índico (lenguaraz), que sepan leer y escribir, hagan de escoltas, mensajeros, asistentes de los caciques en sus tratos comerciales y espías en territorio indígena.

PEHUENCHES Y HUILLICHES


"Sin embargo, las divisiones entre pehuenches y huilliches no remiten en absoluto a distinciones “étnicas” o “culturales”. La “pehuencheidad” se definía fundamentalmente en función del contexto político, militar y económico de fines del siglo XVIII. Los pehuenches, como grupo político y no como etnia, eran aliados de los españoles. Recibían de estos últimos un apoyo logístico apreciable en sus guerras por el control de las vías andinas de comunicación, de las minas de sal y de lugares de pastoreo".

Raúl J. Mandrini "Hacer historia indígena"


Con la figura del "Capitán de Amigos", se deseaba estrechar la distancia existente, entre el estado español y el liderazgo que ejercían los caciques, relación a partir de la cual, se afianzaron los lazos de unión (alianzas), entre el pueblo pehuenche y el español.

En un principio, los pehuenches trataban a los españoles de "peñiso" (hermanos), pero con el tiempo, y en la medida en que recibían protección militar y agasajos abundantes de sus aliados, el comandante de frontera José Francisco de Amigorena pasó a ser visto como:


"padre de toda la Nación Pehuenche, según los favores repetidos que de su patrocinio le resultan"


Oficio de Francisco Barros a Amigorena, transcribiendo el discurso del cacique Currilipi, pehuenche del Neuquén. Malargüe, 19.8.1790 (Archivo General Provincia de Mendoza 57/80).




El Gral. San Martín
óleo de Fidel Roig Matons
Aunque la consulta más difundida en el Fuerte San Carlos, fue la que realizara el coronel San Martín (1816), previamente se habían llevado a cabo muchas otras consultas o parlamentos, en su mayoría de pehuenches, que contribuyeron a que esta última fuera posible.

En ellas solicitaban protección y colaboración militar contra los ataques huilliches, alimentos, armas, bebidas, y la garantía que les ofrecía el Capitán de Amigos, considerado por ellos, como su fidedigno interlocutor ante la corona.




LA CONSULTA DE LA NOCHE DE 1789


Maqueta del "Fortín" San Carlos

Relata Don Isidro Maza, en la historia de San Carlos, que los primeros días de noviembre de 1789, se llevó a cabo una consulta de importancia, tal como lo refleja esta carta que Amigorena le eleva a Sobremonte:

“formados en batalla dando las mejores muestras de fidelidad, entrando los caciques en una de las noches de las funciones en unos carros triunfales, acompañados de todas las indias e indios con dos velas en las manos, demostrando así que venían en son de paz y sin armas, seguidos de 50 milicianos haciendo de escolta y al tiempo de dar su balada el cacique Pichintur me entregó en el tablado a nombre del cacique poeta Currilipí, un pliego que contiene las décimas que acompaño a V.S….”


Carta del General Amigorena elevada al gobernador Intendente de Córdoba del Tucumán, marqués Rafael de Sobremonte, expresando satisfacción por esta nueva consulta, con los indios del sur.






Décimas Pehuenches


           En lengua pehuenche        Traducción al castellano             

               Antu pagegén,           Sol que eres luz,

                Neyú Mapú,              Aliento de mi tierra

               Butá Gunegén,          gran dios,

               Amún Tutú,               Que te vas para
                                                                              dormir,

               Ufcbún Quillén,         La adorada luna

               Eimé curé,                   Tu mujer,

               Gubín medún,            Guardará tu sueño,

               Waranka buaglén,     Y mil estrellas,

               Huenú mapú,             En el cielo,

               Gen.                              Dueño.

                Del poeta: Cacique Currilipí.



Currilipí, cacique gobernador de los pehuenches del Neuquén, no sólo fue un gran cacique sureño, sino también un poeta que le cantó al dios Antü (sol) y a la diosa Quillén (luna), para colmar esa necesidad de fe, belleza y misticismo, del pueblo pehuenche que se asentaba en el sur mendocino.


DOS CULTURAS, ENLAZADAS POR UN POEMA


Esta poesía que cumple 230 años en este mes, revela un costado literario poco conocido, de las tribus que habitaban el sur de Mendoza, a mediados del siglo XVIII.

De la lectura no sólo se desprende que Currilipí había aprendido a leer y escribir, posiblemente en alguna reducción española[5], sino que más allá del liderazgo que ejercía como cacique, poseía una fina sensibilidad que le permitía traducir su mirada interior, en las décimas de un poema.

En el habla de una cosmovisión originaria, que emparienta la tierra y los astros, en un todo con el hombre.

Además, resulta maravillosa la enseñanza que deja este momento, donde un hombre le obsequia un poema a otro, que en muchos casos, los persiguió hasta su extinción.



El Fuerte Real de San Carlos, que comenzó siendo un "fortín", tuvo una vida muy efímera y un indudable protagonismo en la historia cuyana y nacional.

A partir de 1850, ochenta años después de su creación, los problemas con las tribus habían cesado, pero con la llegada de las poblaciones hispanocriollas, se hacía necesario establecer el orden, por lo que continuó prestando servicios como Cuartel Policial.

En 1860 se adaptó la edificación a su nueva función y así fue recibiendo grandes cambios y reparaciones, debido a la inestabilidad que presentaba la construcción de barro en una zona aluvional.

Su total desaparición se produjo en la década de 1920, debido a la construcción de una comisaría, momento tras el cual, se dejan las ruinas de un baluarte y un cañón, como testimonio histórico de "El Fuerte San Carlos".

El Decreto N° 4.592/51 (07/03/1951), declara Lugar Histórico Nacional, al predio ocupado por el Fuerte San Carlos, en el Departamento de San Carlos, Mendoza.




Luego de esta historia tan singular, me despido con un saludo y el deseo de que la vida, nos brinde siempre buenos senderos para andar. 




Cómo llegar a las ruinas del Fuerte
 con Google Maps





[1] Pehuenches: gente del pehuén, (pehuén: araucaria, che: gente). Se los llamaba así por cuanto basaban su alimentación en la recolección de piñones (semillas de araucaria), conífera que crece principalmente a más de 1000 metros sobre el nivel del mar.

[2] Huilliches: gente del sur (huilli: sur, che: gente). El actual territorio argentino, fue invadido por huilliches que provenían de lado oeste de los Andes. Eran conocidos como "huiliches serranos"  y posteriormente, como manzaneros". Invadieron una franja del territorio neuquino que iba desde el río Agrio al Limay.  Posteriormente se expandieron hacia el sur de la Provincia de Mendoza,  combatiendo y desplazando a los pehuenches.

[3] Yaucha: "los indígenas le daban el nombre de yaucha a una especie de cardo que abundaba mucho en la zona, donde corre un arroyo del mismo nombre, el cual, al pasar por la villa de San Carlos, forma con el arroyo Aguanda el paraje que se llamó La Isla (Toponimias de Isidro Maza).


[4] Aguanda: "modismo criollo de aquellos primeros pobladores, que hablaban entremezclando la lengua española y la india, y cuyo significado es agua honda, y ello se justifica porque el arroyo que allí pasa era algo profundo en relación con el emplazamiento del Fortín Aguanda, que se encontraba en una lomada" (toponimias de Isidro Maza).

[5] Reducción de indígenas: núcleo poblacional de indígenas llevado al catolicismo,  en el territorio americano durante la conquista española.





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Preservar el patrimonio cultural y las tradiciones, constituyen los únicos caminos posibles, para mantener vigente la historia de nuestros orígenes.


LEYENDA DEL CLAVEL DEL AIRE

La colonización o llegada de Hernán Cortés a Veracruz
Mural de Diego Rivera (Palacio Nacional de la Ciudad de México)

Por: Enrique Guerrero.

En 1492, un navegante genovés tocó el suelo americano, con la convicción de haber descubierto un continente, que de acuerdo a estadísticas de distintos historiadores y antropólogos, ya contaba en ese entonces, con una población de entre 13,5 y 100 millones de habitantes.

"Un encomendero abusa de un indio".
(1825-1826), Códice Kingsborough
Tomó posesión de las tierras en nombre de la corona española, y el rey en retribución por los servicios prestados, estableció la Ley de Encomiendas, que serían ejercidas por sus súbditos.

El trabajo del encomendero, consistía en ocupar las tierras asignadas, incluyendo poblaciones originarias, sacar beneficio propio y pagar un tributo a la corona, proveniente del trabajo esclavo y la explotación de las riquezas del lugar, principalmente las mineras.

A cambio debía proporcionarles a esas poblaciones, cuidados espirituales, pagando a un "cura doctrinero" para la conversión religiosa, y mejorarle sus condiciones de vida.

El escritor venezolano Ángel Rosenblat, "La población de América en 1492: viejos y nuevos cálculos" (1967), estima que la población no excedería a los 13,5 millones de aborígenes, con un margen de error + ó - 20%. 

 

Por su parte el antropólogo estadounidense Henry F. Dobyns, calcula que la disminución demográfica fue dramática: e/ 95% de la población total de América, murió en los 130 años subsiguientes, a la llegada de Colón.


Con el maltrato a los indígenas, se produjo una drástica disminución de estas poblaciones, provocando el advenimiento de un sangrado demográfico y con ello la crisis del sistema de encomiendas a fines del siglo XVII.

Finalmente, en 1791 con la creciente disminución de las poblaciones originarias, Carlos IV decreta su abolición definitiva.

La encomienda sería paulatinamente reemplazada, por un sistema de esclavitud abierta, con esclavos traídos principalmente de África.






Leyenda del clavel del aire


Adaptación: Enrique Guerrero

En esos años, no existía el concepto de país y sólo se trataba de un vasto territorio sin divisiones ni fronteras.


Hasta podía percibirse en el aire, que había espacio suficiente para alojar a cuanto viajero quisiera quedarse, sin embargo el silencio de la historia, comenzaba a ser cómplice de otros intereses.


"Alfarera Huarpe"de Carlos Isola
pintor argentino, 
acrílico sobre lienzo.
Shulca, palabra quechua que significa "último o menor de los hermanos", era el nombre de una joven muchacha, nacida en el seno de una familia numerosa.

Como todos los originarios, había crecido en el valle y junto a sus hermanos, se dedicaba la mayor parte del día al trabajo.


Alternaba su tiempo, entre la alfarería, el cultivo de vegetales y las labores pastoriles, actividades que le demandaban un esfuerzo extenuante.



Una hermosa mañana, mientras regresaba a su casa cargando un atado de ramas secas, se topó sorpresivamente con una columna del ejército realista, que salía del pueblo.


Una hermosa mañana, regresaba con leña...
Su belleza no pasó desapercibida por los militares, que con una prisa aparente, pasaron a su lado.


Pero hubo un oficial en particular, al que se le despertó un inquietante brillo en los ojos, cuando vio la figura de Shulca recortada en el camino.


Por lo que, tan pronto como el militar regresó de la misión, se dirigió al poblado para buscarla, haciendo todo tipo de preguntas y averiguaciones, sin obtener resultado alguno.


"Rojos al atardecer"
del pintor argentino Jorge Frasca (acrílico sobre tela).

A la mañana siguiente, volvió al sitio donde la había visto el día anterior y para mayor sorpresa, la encontró recolectando hierbas y leñas.


De inmediato intentó entablar una conversación amable, ignorando los silencios y la actitud de la muchacha, que sólo buscaba poner distancia.

Ante las reiteradas negativas al galanteo, el oficial herido en su orgullo, quiso poseerla por la fuerza.


"Paisaje de Merlo"de la 
pintora argentina Mónica Marzaglia

Con la agilidad propia de un felino, Shulca se libró de los fuertes brazos que la aprisionaban y comenzó a correr, hasta llegar al pie de un gran algarrobo.

 

Sin dudarlo, empujada por la desesperación y el miedo, comenzó a encaramarse al árbol, intentando distanciarse del soldado, que furiosamente trepaba tras de ella.


El hombre, viendo que no podría continuar por la fragilidad de las ramas, intentó convencerla, pidiéndole amablemente que bajara, bajo promesa de no hacerle daño.

Como Shulca se negaba a aceptar su palabra de caballero, el soldado empujado por un extraño sentimiento, le arrojó una daga, que le dio certeramente en el pecho.


El cuerpo de la muchacha se precipitó al vacío como un pájaro herido, arrastrando al oficial español, que murió tras la caída.


Claveles del aire, en el tronco de un árbol.

De las pocas gotas de sangre que cayeron sobre el tronco del árbol, creció una planta con una bella flor. ¡Había nacido, el clavel del aire!


Y desde aquel día, crece en los lugares altos, buscando la luz de sol, alimentándose a través de las hojas, con el aporte de las lluvias y el aire.


Sus raíces, se sujetan a ramas, rocas y diversos objetos, sin dañarlos.


En sus sus flores de exquisitas fragancias, mora el alma de la indiecita, que llega hasta las manos de la mujer cuyana,  cada vez que un hombre enamorado, le rinde homenaje.





La cabalgata de los claveles

(San Carlos)


San Carlos, Capital Mendocina de la Tradición, todos los años a partir del 2008, incluye en sus celebraciones, la popular "Cabalgata de los Claveles".

Este año, los festejos del “Día de la Tradición” congregaron a una gran cantidad de jinetes (más de 600), finalizando con un encuentro familiar en el seno del Desierto de Huayquearías.


Cabalgata de los claveles, San Carlos, MENDOZA


El pueblo mantiene esta romántica costumbre, que sobrevivió al paso de los años y forma parte, de la identidad cultural sancarlina.

Cuentan los lugareños que en el pasado, los arrieros se internaban en el desierto por largas jornadas, para conducir sus arreos de ganado a  los puntos de venta o para el pastoreo. 

Al regreso, pasaban por un cerro al que bautizaron "De los Claveles" y recolectaban un "ramito" de estas hermosas y perfumadas flores, con las que desde entonces, homenajean a sus mujeres amadas.


Los claveles mendocinos


Clavel del aire (Tillandsia aeranthos)



Claveles mendocinos
Zamba

De las sierras cuyanas son los claveles
más perfumados, ¿por qué será?
Unen con sus olores lazos de amores,
de enamorados, ¡qué bien está!

Clavel de amor... blanca flor,
¡Huija! laira, laraira...
Es la mujer cuyana quien se engalana
con los claveles hasta embriagar.

Mujer buena y divina, cuyana hermosa
¡Viva Mendoza!... ¿Por qué será
que lejos de mi tierra, quiero a su sierra
con sus claveles, hasta llorar...?

Clavel de amor... blanca flor,
¡Huija! laira, laraira...
Donde los mendocinos le cantan dianas
a mis paisanas, lirios en flor.

Ya ves, Mendoza amada, yo no te olvido,
suelo querido siempre serás,
del que esparciendo flores con sus claveles,
tus tradiciones cantando va.

Clavel y amor... blanca flor,
¡Huija! laira, laraira...
Al brindarles mi vida, curo la herida
que va sangrando en mi corazón.
 LETRA Y MÚSICA: Alfredo Ángel Pelaia (1924)




Se aproxima el fin del año y con él, la llegada de las fiestas que congregan a las familias, envolviéndolas en un halo de amor.


Por tal motivo me despido con un fuerte abrazo y el deseo de mucha paz, felicidad y prosperidad, en esta Navidad y Año Nuevo.






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