LEYENDA DEL VIENTO ZONDA
VIENTO ZONDA (procesión religiosa, Cavadito, LAVALLE - 30/10/16) |
Al portar el nombre de un valle sanjuanino, el viento zonda es un patrimonio totalmente cuyano.
Las divinidades antropomorfas que intervienen en esta leyenda. Pachamama
y Yastay, son de origen quechua y calchaquí, y tal vez rondan el relato, como
testimonio de una herencia inca.
Antes de comenzar la historia, es bueno recordar que nuestros originarios, los huarpes, aunque practicaban la caza y la pesca, no eran especialmente diestros en el manejo de las armas.
Durante el siglo XV, se produjo la máxima expansión del imperio
incaico, sobre el mayor y más austral de sus territorios: el Collasuyo.
En su avance, sometieron a los pueblos originarios que poblaban
las tierras conquistadas, entre los que se encontraban, nuestros Huarpes.
La mayoría de estos pueblos con el pasar de los años, adoptarían
muchos de sus hábitos, ritos y costumbres.
El Viento Zonda
Leyenda originaria
Adaptación Enrique Guerrero.
Cuentan
que, en los inicios los dioses gobernaban ríos, lagos, valles, quebradas y los
picos más altos de los Andes.
Vinieron
para establecer un orden y proteger la tierra, de los abusos y las agresiones
del hombre.
Pachamama, diosa aimara, madre de los cerros y de los hombres,
encargada de que los frutos maduren y se multiplique el ganado.
Yastay, guardián y protector ancestral calchaquí, dios tutelar
de las aves y animales andinos.
El
equilibrio establecido por estas divinidades originarias, hicieron del
Cuyum[1], un verdadero remanso de paz.
Si
bien la naturaleza desértica era un desafío permanente, el territorio les
brindaba a sus pobladores, todo lo que necesitaban para vivir: agua, caza,
pesca, recolección de frutos, raíces, huevos y semillas para cultivar.
Había desarrollado tal destreza con el arma, que cada vez que
sus manos tensaban la cuerda del arco, el pulso y la vista se combinaban con
tanta precisión, que una vez disparada, la flecha hacía centro.
Y
así derribaba cóndores, ñandúes, liebres, guanacos y cuánto animal se le cruzaba
en el sendero, sólo para despertar la admiración de quienes lo veían, o
simplemente por diversión.
U
na
mañana, cuando se disponía a dispararle a un guanaco que lo observaba desde el
pedemonte, vio absorto como la imagen del animal se desvaneció en el aire.
Oni (del huarpe: guanaco) |
En
su lugar se cristalizó, la figura de un pequeño hombre irritado, que agitaba
sus brazos en señal de advertencia.
Tenía
la barba blanca, desprolija y abundante; vestía poncho y calzaba grandes
ojotas, de su cuello colgaba una quena y en su mano sostenía con firmeza un
largo bastón.
Era Yastay, el dios guardián y protector de la fauna, que corría en auxilio de sus criaturas.
PACHAMAMA de Mamani Mamani (tiza pastel). |
Chalu
asintió en silencio a todo lo ordenado por Yastay, manteniendo la cabeza gacha
en señal de sumisión y respeto.
Durante
algún tiempo cesaron los episodios sangrientos, hasta que una bella mañana de
agosto, despertó envuelto en ira.
Tomo sus flechas y comenzó a matar todo tipo de animales y crías, sin la menor distinción de especie o tamaño.
¡El castigo no se hizo esperar!...
De a poco el cielo comenzó a cubrirse con espesas nubes de polvo, que ocultaron la luz del sol, mientras un viento caliente azotaba sin tregua, la figura temerosa de Chalu.
La voz de Yastay retumbó con fuerza en el valle, condenándolo a que vague sin tiempo, por todos los rincones de la Cordillera de Los Andes, convertido en lamento.
Inútiles fueron las súplicas del joven, que desapareció repentinamente del lugar, envuelto en remolinos ardientes y polvorientos, empujados por abrazadoras rachas de viento seco.
¡Había nacido el zonda!
[1] Cuyum (Cuyo): tierra de arenales.
[2] chalu (del huarpe): flecha.
Desde ese entonces y todos los años, vuelve en los meses de
agosto a visitar el Cuyum.
Su lamento recorre árboles, médanos, techos y calles, como un
recuerdo permanente, de que el maltrato a Pachamama, la madre naturaleza,
finalmente se volverá en contra nuestro.
Me despido con un abrazo
cordial, deseando que la vida, nos brinde buenos senderos en el andar.
[2] chalu (del huarpe): flecha.
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