La Pampa del Sebo, que se extiende desde el río Mendoza en Luján de Cuyo, hasta el arroyo Anchayuya[1] de Tupungato, se tornaba cenagosa con las lluvias, de ahí su
nombre, por lo que habitualmente había que cruzarla, con lentos carros tirados por bueyes.
Si se quería ir más rápido, la opción era el caballo o la mula, pero para que eso fuera posible, había que conocer caminos y atajos, o ser un baqueano como le decían y eso, ya no era para cualquiera.
Raymundo Palleres, poseía la fina capacidad que poseen unos pocos elegidos, para leer el campo y la huella; lo que sumado a su hombría de bien, lo habían convertido en el hombre de confianza, que Eugenio Bustos, tenía en sus campos de San Carlos.
Tan pronto se lo podía encontrar, yendo por el Portillo a Chile, por la huella a la ciudad de Mendoza, o a dónde fuera que lo encomendaran.
Luego
de que el terremoto del 20 de marzo de 1861, desbastara casi por completo la
ciudad, comenzó a vérselo más seguido por esos rumbos.
La
venta de productos del campo, cobros, adquisición de víveres y otros
mandados, así lo exigían.
Aquel
día de 1864, según parece, emprendió el regreso con la
tranquilidad de siempre, luego de cobrar una fuerte suma de dinero, que ocultó en unos bolsillos de la rastra[2].
Montaba
una mula de un pelaje tan oscuro y profundo como el anochecer,
seguido por el "tranquito" corto de otros mulares
acollarados[3], que portaban provisiones.
Algunos saben decir que el campo habla. Que un par de teros alborotados, una bandada de martinetas que se alza o el silencio repentino de las ranas, sapos o grillos, es señal de que algo pasa.
Vaya uno a saber que le confidenció a Raymundo aquel día. El
hecho es que no se sabía solo y temiendo lo peor, colocó el dinero en la mula más baqueana y le dio una palmada en las ancas, sabiendo que se volvería a la estancia.
Los mulares cruzaron el arroyo La estacada[4], que nace de la confluencia del Anchayuya y el Guajardino[5], como almas que lleva el diablo.
Al otro día, cuando Eugenio Bustos encontró a los animales sin jinete y con todo el dinero en una de las alforjas, temió lo peor, por lo que le ordenó a su gente que salieran en la busqueda de Raymundo.
Tras seguir el rastro por unas leguas, lo encontraron
tendido sobre el campo, cerca de un arroyo del Distrito Zapata.
Al parecer murió defendiéndose, en lo que debió ser una pelea despareja, si se tiene en cuenta que los años y la vida, lo habían vuelto diestro en el manejo del facón.
Cuentan que no lo enterraron allí. Al bordo del camino carretero, hicieron un túmulo[6], al que le colocaron una cruz para identificar el lugar, como se acostumbraba.
El tiempo obró el resto. Los viajeros que por ahí pasaban, detenían sus carros o cabalgaduras y pedían protección para el viaje con alguna promesa, que en la medida que se
cumplía, era pagada con otras cruces pequeñas u objetos, que mostraban su agradecimiento.
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La Cruz Negra Distrito Zapata, Tupungato. |
Hasta que un día, levantaron una gran cruz pintada de negro y así, nació el paraje "La Cruz Negra".
Y fue a partir de ese momento, que Raymundo Palleres comenzó a transitar la huella profunda y silenciosa, que el
paganismo le concede a la devoción popular, hasta convertirla en leyenda.
Latitud: 33°26'43.95"S
Longitud: 68°57'59.08"O
Me despido con un abrazo y
el deseo, de que pronto podamos recuperar la normalidad, que nos permita
regresar a nuestras montañas.
[1] Anchayuya: (quechua) compuesto por la voz ancha (adv): super, abundante, mucho), y llulla (mentira o engaño), por lo que anchallulla significa muy engañador o mentiroso, en alusión a las crecidas imprevistas que tiene el arroyo durante las lluvias. (estudio toponímico Huellas Cuyanas)
[2[ rastra o tirador: cinturón gaucho de cuero ancho, adornado con monedas de oro, plata o alpaca. Se lo llamó tirador o
rastra, porque recordaba la rastra del arado.
[3] La Estacada: el topónimo deriva por ser un arroyo pantanoso. Antiguamente se construyó una estacada o empalizada, sobre la cual se tendió un puente de madera para efectuar el cruce sin peligro. (toponimias de Juan Isidro Maza)
[4] acollarar: poner
collar a un animal, unir
por el cuello dos animales, de manera que marchen juntos. Unirse dos personas para vivir en pareja o contraer matrimonio.
[5] Arroyo Guajardino: nombre
que recuerda al lenguaraz y baquiano Juan Antonio Guajardo, que actuara en la
última época colonial, y también durante la actuación como gobernador
intendente de Cuyo del general José de San Martín, sirviéndole de interprete en
los parlamentos con los indios. (toponimias de Juan Isidro Maza)
[6] túmulo: montículo de arena o piedras con que algunos pueblos
antiguos cubrían una tumba.
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